Hemos querido dedicar el boletín de esta semana a algo que para nosotros da mucha significación a la realidad que día a día vive nuestro club. Podríamos hablar de logros deportivos, en estos momentos nuestros dos equipos femeninos lideran la clasificación de sus respectivas competiciones, nuestro juvenil está en puestos de ascenso… pero para nosotros lo que realmente da significado a nuestro proyecto deportivo no es solo la competición, sino la recompensa de incalculable valor que nos hace el sentir de una mama con la actividad que realiza su hijo semanalmente dentro de nuestras escuelas deportivas.

Nos permitimos reproducir en su totalidad la misma para que podáis observar el porqué de nuestro orgullo y realización profesional que sentimos al escuchar tan profundas palabras:
«Pos si no ocurre ese guiño que en ocasiones nos regala el azar….
Mi nombre es… Que más da mi nombre. Soy la mama de Jorge.
Jorge es un niño de cuatro años que vive feliz si en su boca hay chocolate, en su mano un coche y en su pie una pelota. Así que yo en mi afán de hacerle feliz le facilité el camino para aprender fútbol sala.
El primer día, el monitor lo perdió. Les recuerdo, cuatro años. Estuvo unos veinte minutos en la inmensidad de un gimnasio sólo, llorando sólo.

A partir de ahí cada mañana al despertar su primera pregunta era: ¿Hoy no hay fútbol, verdad? Pero seguía llevando una pelota entre los pies. Así que Google y el azar nos llevaron a SALA ZARAGOZA.
Ahí yo encontré algo tan fácil de decir y tan difícil de encontrar como tranquilidad, honestidad y pasión por los niños y por el fútbol Sala en igualdad.
Ahí Jorge encontró…. Jorge encontró a Tamara. Tamara es su luz, su referente, mucho más que su entrenadora, es aquella persona que le entendió sin hablar, aquella que le supo enseñar el camino cuando todo estaba oscuro.
Es difícil poner palabras a los sentimientos. Sería fácil contar que mi hijo hace deporte y aprende el modo de darle adecuadamente a una pelota. Pero no es eso, no es sólo eso.
En este club hay sumo cuidado, hay máximo respeto, hay pasión con generosidad, hay superación con compañerismo.
Crean un recorrido para atravesarlo con un balón pero les están enseñando mucho más que mover los pies en la dirección adecuada, les están enseñando a manejar con habilidad algo complicado llevando la cabeza bien alta y la mirada al frente.
Y por sí el azar no está de parte de quien busca lo mejor, pedí a la dirección del club que, si les parecía oportuno, hicieran pública mi experiencia.
Jorge ahora es feliz llevando en la boca un beso para su Tamara (eso si, con sabor a chocolate), en las manos la pelota (no siempre es fácil controlarla con el pie) y en los pies las zapatillas de fútbol Sala que tienen la punta desgastada de jugar y la suela grabada con el nombre de Rebeca.»